La cláusula de reserva de Epicteto

Cuando escuchamos hablar sobre la felicidad, las opiniones son diversas, pero en su mayoría giran alrededor de ideas como: sentirse tranquilo, tener suerte, conseguir bienestar material y emocional, contar con relaciones y afectos, estar sano, cumplir nuestros objetivos laborales, etc.

Si profundizamos un poco más podemos deducir también que, estas ideas, no dependen de nosotros en exclusiva, sino que a su vez son la suma de circunstancias, actitudes y diferentes factores las que posibilitan que podamos alcanzarlas.

Por ejemplo, si hablamos de nuestra salud es cierto que, en gran medida, la misma se supedita a nuestras conductas: a si cometemos excesos o, por el contrario, tenemos un mayor auto-cuidado, pero es innegable que existen también condiciones ambientales, genéticas o, incluso, aquellas sometidas a un aparente “azar” como puede ser el caso de un accidente, que escapan a nuestro control.

Y es que, en realidad, aunque todos, en mayor o menor medida, tratemos de mantener la idea de que controlamos lo que ocurre a nuestro alrededor, la vida, los sucesos y el resto de personas, escapan por completo a nuestro alcance.

Pero esto ¿significa necesariamente que nuestra felicidad esté únicamente en manos del azar?

La cláusula de reserva de Epicteto

Control versus incertidumbre

Epicteto, el gran filósofo estoico, hablaba de hupexhairesis para hacer alusión a este conjunto de factores azarosos que pueden o no intervenir en los acontecimientos. Podría traducirse por: “si dios quiere” o “si la suerte lo permite”, aunque este concepto esconde una sabiduría mucho mayor.

Esta “clausula de reserva” es explicada en profundidad en su obra Enquiridión de la siguiente manera: “cuando vayas a iniciar una acción, recuerda aquello en lo que en realidad consiste esta. Si vas a bañarte, ten en mente lo que suele suceder en los baños públicos: alguno habrá que te salpique, otro que te empuje, otro que te insulte, otro que te robe”. Es decir, Epicteto nos recuerda que debemos tener siempre presente la existencia de estos innumerables factores sobre los que no tenemos control alguno.

La filosofía de Epicteto, al igual que la de otros sabios estoicos, es una filosofía para la vida, basada en la práctica y cuyos fundamentos se dirigen a conseguir un mayor bienestar, felicidad y excelencia, mediante el ejercicio de la virtud, esto es, mediante nuestras actitudes y acciones. Y, en este sentido, el sabio estoico nos advierte que no debemos olvidar que la única realidad a nuestro alcance y bajo nuestro control es la que depende en exclusiva de nosotros mismos.

De hecho, este concepto no es una invitación al derrotismo, sino todo lo contrario: es una llamada a plantearnos nuestras acciones con la honestidad suficiente para invertir nuestros recursos en aquello que depende de nosotros mismos de forma directa, facilitándonos con ello una mejor estrategia y un aumento de nuestras posibilidades de éxito.

Por tanto, frente a cualquier circunstancia o empresa, nos encontraremos con factores que no dependan de nosotros, pero sí dependerá de nosotros la actitud que tomemos frente a los mismos o cómo reaccionemos y, por tanto, lo fundamental será centrarnos en promover los medios para que esas circunstancias sean favorables, en lugar de en los resultados. “Sírvete únicamente del impulso que te lleva a la acción y de la rienda que permite la inacción, pero con suavidad, con moderación y con una cláusula de reserva”

Si observamos a nuestro alrededor, muchas de las insatisfacciones, la infelicidad y los conflictos, tienen su origen en la frustración. Vivimos en una sociedad cada día más centrada en el ahora, en lo inmediato y en la que, la obtención de resultados, se impone como máxima. Esto nos conduce en muchas ocasiones al desaliento, a la sensación de fracaso y de vacío. Ideas completamente contrapuestas a la noción de felicidad o bienestar.

Por tanto, nuestros deseos y aversiones, son en gran medida, los detonadores de una mayor o menor felicidad o frustración. Si no alcanzamos nuestras aspiraciones, nos sentimos fracasados, derrotados y, a su vez, si aquellas cosas que provocan nuestra aversión nos alcanzan, terminamos cayendo también en la insatisfacción o el malestar.

Deseo, aversión y frustración

El filósofo colombiano Estanislao Zuleta, en su “Elogio de la dificultad” describe asimismo y de una forma muy bella estas nociones en torno a la frustración y nuestros deseos: “Puede decirse que nuestro problema no consiste ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos; que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear.

Deseamos mal. En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida. En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo…”

Zuleta, pensador actual, recoge y re-formula la misma conceptualización estoica en torno a esta cláusula de reserva y nos advierte, como Epicteto que, la vida es de por sí, mayormente incertidumbre, pero por ese mismo motivo: aliciente y alimento de superación. Y, en todo ello, nuestro posicionamiento y nuestra fortaleza mental, nuestra responsabilidad personal y nuestra capacidad para aceptar aquello que no depende de nosotros, se convierten en las claves, no solo de nuestra alegría y bienestar, sino también de nuestro propio crecimiento y evolución.

Tomar las riendas de nuestra vida

Necesitamos entonces, orientarnos en la vida con una dosis suficiente de realismo, como dice Epicteto, siendo conscientes de la verdadera realidad de la acción que vamos a emprender y no bajo suposiciones basadas en nuestros miedos o anhelos, sabiendo que el control sobre determinadas cosas, se nos escapa, pero que nuestra actitud frente a las mismas puede proporcionarnos un resultado muy distinto al desánimo.

Si somos capaces de entender esto, podremos en gran medida evitar la desilusión y, al mismo tiempo, abrir nuestra mente a nuevas posibilidades de crecimiento, a una búsqueda de alternativas, a una flexibilidad mental y emocional que nos engrandezca y nos haga sentir mejor y cada vez más sabios.

No se trata tanto de aceptación pasiva de las cosas que no podemos controlar, sino de un ejercicio de voluntad y de toma de acción frente a las mismas.

El crecimiento personal, el logro de metas y la felicidad, a pesar de la incertidumbre que supone la vida por sí misma, sí pueden estar en nuestras manos. Sobre todo, si somos capaces de comprender esta aparente contradicción.

La filosofía estoica resuena con fuerza, siglos después, ofreciéndonos algunas de las claves fundamentales para comprender la complejidad del mundo y hacer de cada día, una oportunidad de desarrollo.

Frase Epicteto - Ejercita lo que está en tu poder

Herramientas a nuestro alcance

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Conocernos a nosotros mismos

Conocernos a nosotros mismos es siempre un buen primer paso a la hora de comenzar a forjar un camino en el que, además de crecer como personas, podamos sentirnos en armonía y en calma, aun en esas circunstancias que escapan a nuestro control.

Citando de nuevo a Epicteto: “en cuanto a todas las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no. De nosotros dependen nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones; en una palabra: todas nuestras acciones”. Y, eso, no es poco, en realidad, es el sustento suficiente para mantener una vida plena, aun en mitad de toda la incertidumbre.

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