PROSOCHÊ Y PROKOPTON
dos de las claves
Vivimos en un mundo globalizado y en el que, nuestro acceso a la información es cada día mayor.
Pero ¿es mayor también nuestro conocimiento? ¿somos más felices? ¿nos sentimos más libres? ¿más capaces?…
El filósofo y sociólogo polaco Zygmut Bauman hablaba de modernidad o sociedad líquida para hacer a alusión a la nueva realidad en la que las crisis ideológicas se han asentado, (tras la crisis de grandes narraciones postmodernista), abriendo paso a una nueva situación de fragilidad social en la que carecemos de verdaderos puntos de referencia y en la que emergen como bases: el consumismo, el individualismo encarnizado y las apariencias.
Una subjetividad en la que todo se disuelve y en la que, contrariamente a lo “esperable”, la insatisfacción, la desinformación y la manipulación, hacen su agosto.
Sociedad globalizada, exceso de información, sensación de estar perdidos…
Es cierto, tenemos cada vez más “cosas” y “conceptos” a nuestro alcance, pero de forma exponencial, crecen en la sociedad las frustraciones, el desconocimiento y el malestar.
En la era de Internet, de la auto-imagen y del subjetivismo brutal, también se asientan cada vez más, las enfermedades mentales y la sensación generalizada de pérdida de rumbo, de inseguridad, de ausencia de espíritu crítico, de manipulación por parte de los medios y, en general, de malestar y confusión.
Esta inundación de conceptos, información y mensajes, crea pues, un efecto paradójico, ya que en lugar de hacernos sentir más libres, en muchas ocasiones, nos llena de miedos.
Haciendo un viaje en el tiempo hasta la antigua Grecia descubrimos que, uno de los grandes filósofos: Sócrates, empleaba un método de enseñanza, (la mayéutica socrática), en el que el maestro no inculca al alumno el conocimiento sino que, mediante determinadas preguntas y a través de un diálogo, busca que el interlocutor adquiriera consciencia de su propio pensar, bloqueando con ello el habitual camino de pensamiento y haciendo que la ruta usual que emplea el cerebro también cambie, abriendo con ello nuevas opciones y liberando a la mente de la carga o el pozo, en el que se sumerge cuando únicamente dispone de una vía en la que dar vueltas y vueltas a lo mismo.
Tal vez, porque como señala el antropólogo y lingüista Gregory Bateson, cuando nos ofrecen todas las respuestas, se termina el discurso, y con ello, también nuestra posibilidad de ampliar el camino del conocimiento.
En este sentido: conocer, aprender, descubrir, lleva siempre implícitas las ideas de continuidad y de una especia de “estado de alerta” o de “atención plena” frente al mundo, que nos posibilite continuar haciéndonos preguntas.
Porque, si ya creemos que lo sabemos todo, en consecuencia ¿Qué más podremos a aprender?
¿A qué hace referencia la Prosochê?
La atención plena estoica
De vuelta a la Antigua Grecia, los sabios estoicos, tomaban ya este concepto de atención plena (Prosochê), como punto de partida para desarrollar la objetividad y alcanzar la sabiduría (o aproximarse a ella lo más posible).
La Prosochê o atención plena, se basa en la auto-consciencia, tanto hacia nuestros pensamientos, como hacia nuestras emociones y acciones, sobre las que descansa nuestra actitud moral. Es decir, al igual que en la metodología socrática, la atención se dirige hacia el mismo acto de consciencia de nuestros pensamientos y las consecuencias de los mismos.
El estoicismo es de por sí, una filosofía práctica, que unicamente puede ser entendida dentro del campo mismo del actuar y que pretende, mediante este proceso de sinergia entre teoría y práctica, alcanzar la Eudaimonía, es decir, un estado de bienestar o felicidad, en el sentido de florecimiento o sabiduría, mediante la práctica de la excelencia (“aretē”).
En resumidas cuentas, la sabiduría estoica nos insta al crecimiento, al conocimiento, a la felicidad y calma que propicia el verdadero saber, cuando somos capaces de vivir de acuerdo a nuestra propia naturaleza y, en este sentido, la atención plena o Prosochê, se convierte en la herramienta fundamental para lograrlo.
El Prokopton
el desarrollo personal es una constante
Pero, evidentemente, este camino no es sencillo y, mucho menos en la actualidad, en la que la sobrecarga de elementos atencionales, nos dirigen de forma constante hacia la dispersión.
Y, de vuelta a la paradoja, el individualismo reinante, en lugar de llevarnos a un mayor conocimiento de quiénes somos o de qué objetivos debemos alcanzar para sentirnos plenos o felices, suele desembocar en la ceguera al respecto de nuestros propios pensamientos, la confusión de emociones y una ausencia de claridad en nuestras metas.
Este camino, es para los estoicos el que ha de recorrer el Prokopton, es decir, aquella persona que desea progresar y aprender, aun de forma imperfecta, a fin de acercarse lo más posible a la sabiduría. Porque, conforme nos recuerda Epicteto, la perfección absoluta es “impracticable” y, el camino del prokoptōn se basa en la práctica continua de esa plena atención a las impresiones presentes, los deseos presentes y las acciones presentes. Esto es, una forma de vida que se aleja indiscutiblemente de la dispersión actual.
Otro filósofo cuya obra se ha centrado en gran parte en este fenómeno contemporáneo de pérdida de referencia a causa de la sobre-información: el francés Jean Braudrillard, hablará de simulacro para referirse a la fuerza que operan en nuestros días, Internet y los medios de comunicación, a la hora de eliminar la realidad y sustituirla por la hiperrealidad, es decir, por una ilusión en la que la sociedad se sumerge y, en la que los conceptos de verdad, realidad o certeza, ya no son más que una mera imagen.
El camino hacia el conocimiento
presente y auto-consciencia
Esta idea que, a priori, puede parecer compleja, es mucho más sencilla y únicamente un resumen de lo anteriormente expuesto: creemos saber más cosas, y creemos poseer una mayor noción de nuestra propia identidad, porque accedemos a una mayor información y, sin embargo, cada vez más, nos desconocemos y por la misma inmediatez en este acceso a los conceptos, olvidamos la parte más importante del conocimiento: el camino que se debe recorrer para alcanzarlo.
Y que, ese camino, es una continua práctica en presente de preguntas y un mantenimiento de nuestra curiosidad, nuestra motivación y nuestro interés en seguir descubriendo el mundo, no en base a las respuestas que ya no ofrecen “hechas”, sino a nuestro propio trabajo y búsqueda.
Los estoicos, definieron tres disciplinas básicas a la hora de practicar la Prosochê: la disciplina frente al discernimiento, frente al deseo y la disciplina frente a la acción. Puesto que, gracias a esta práctica, la persona que se siente perdida puede transformarse en un prokoptôn capaz de seguir el camino estoico.
Epicteto afirma además que, la disciplina frente al deseo es la de mayor urgencia, pues cuando nuestros deseos y/o aversiones son incongruentes con nuestra naturaleza se constituyen como el origen de perturbaciones psicológicas paralizantes.
Aquí podemos observar con claridad que, la obsesión consumista y por seguir los cánones socialmente impuestos, son causas frecuentes de malestar en muchas personas que sienten que no logran alcanzar aquello que se les impone. Y que, en la mayor parte de casos, carece de realidad o correspondencia con lo que son.
En segundo lugar, una vez que somos capaces de controlar nuestros deseos y aversiones, también somos más capaces de “escuchar a la razón” y, por tanto, de actuar en consecuencia.
Y, es que, en estos momentos, el espíritu crítico se alza como antídoto frente a las ideas pre-diseñadas, la confusión y la manipulación a todos los niveles. Y, esta claro que para que sea posible este discernimiento propio, necesitamos primero algo de claridad al respecto de quiénes somos.
Herramientas para conocernos a nosotros mismos
Puede parecer difícil, en vista de este paisaje, iniciar o proseguir este camino de autoconocimiento que nos permita desarrollarnos y sentir un mayor bienestar, en una sociedad cada vez más compleja, sobrecargada de estímulos y de ambigüedad, pero por suerte, existen herramientas que pueden ayudarnos a continuar haciéndonos preguntas, a avanzar, a profundizar en aquello que somos y, por tanto, también en aquello que nos impulsa y motiva para alcanzar nuestros objetivos.
De entrada, la sabiduría estoica, por su solidez, se presenta como un método sumamente actual a pesar del paso del tiempo, a la hora de ayudarnos a centrar nuestra energía de un modo más eficiente y comenzar a gestionar de forma más inteligente nuestras emociones, pensamientos y actos.
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